domingo, 30 de junio de 2013

Tailandia presenta el museo de la tortura y la pena de muerte.

El cruel legado de las torturas y la evolución de la pena de muerte en Tailandia son el principal reclamo de un museo en la vieja prisión de Bangkok, una guía didáctica de los entresijos de la vida penitenciaria y las formas de castigo.
Entre otros recuerdos macabros, el Museo Penitenciario de Bangkok atesora el sable que utilizó el último verdugo para decapitar al reo y exhibe una foto de un sonriente Chavoret Jaruboon y su arma, con la que fusiló a 55 reos hasta 2002.
Siniestras figuras de cera de tamaño real representan los tres tipos de ejecución legales que han funcionado en Tailandia: por decapitación (hasta 1934), fusilamiento (hasta 2002) e inyección letal, vigente hasta la actualidad.
En el primer caso, el condenado se sentaba en el suelo con los piernas estiradas y atadas, al igual que los pies y las manos, y con los ojos vendados.
Frente a él se colocaba un verdugo que lo intentaba calmar con palabras mientras que otro, a su espalda, le cortaba la cabeza con un sable y luego usaba un hacha para amputar los pies del cadáver debido a la dificultad para separar los férreos grilletes.
La muerte por fusilamiento requería que el penado fuera maniatado a dos maderos en forma de cruz y que se ubicara de espaldas, tras una diana con el centro a la altura del corazón.
Tras recibir la señal con una bandera roja, el verdugo disparaba varios tiros con una metralleta. Las ejecuciones se realizaban en medio de rituales y con ofrendas, como flores, incienso, bebidas e incluso sacrificios de cerdos, para calmar el espíritu del reo tras su fallecimiento.

 

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