sábado, 26 de octubre de 2013

Patagonia Argentina

PATAGONIA ARGENTINA

Museo Leleque.

El sonido del viento envuelve al visitante cuando ingresa al Museo Leleque. Allí conviven 13 mil años de historia patagónica: desde el ingreso de los pueblos originarios, los hallazgos arqueológicos y sus pinturas y grabados rupestres hasta los cambios y conflictos en las sociedades que poblaron este territorio narrados por los descendientes de sus protagonistas. Esos pequeños objetos que pasaron de generación en generación hasta arribar al museo representan el paso del tiempo en una región con identidad cultural propia. Aventureros, buscadores de oro y bandoleros norteamericanos también buscaron refugio en "el país del viento". Y su paso parece sentirse en el recorrido por las cuatro salas principales del museo. Un marco imponente .
UBICACIÓN:
El Museo Leleque está en el kilómetro 1.440 de la ruta nacional 40, en Chubut. A 20 kilómetros de El Maitén, 90 de Esquel y 180 de Bariloche. Y dentro de la estancia que lleva su nombre, que es de la Companía de Tierras del Sud Argentino, propiedad de los hermanos Carlo y Luciano Benetton. Lo rodea un imponente paisaje cordillerano. 
El grupo Benetton fue el principal sponsor del museo: invirtió 800 mil dólares y financiará con 60 mil anuales el funcionamiento del Instituto de Investigaciones del Hombre Patagónico y su Medio. 
  • El museo se dividió en cuatro salas. Una se llama Pueblos originarios, donde hay herramientas de piedra y hueso, restos de fauna y vegetales que permiten reconstruir la historia de los primeros pobladores, desde hace 13.000 años. Otra sala se llama El contacto. Allí se cuenta la historia de los primeros euro peos que arribaron a la Patagonia en el siglo 16, de las relaciones conflictivas con los indígenas y de la Conquista del Desierto. También está el espacio sobre Inmigración, tierra y capitales, que cuenta el desarrollo económico de la región.
Y, por último, La sociedad patagónica, donde se relata el impacto de la llegada de inmigrantes chilenos, libaneses y europeos, de los aventureros y los bandoleros norteamericanos, del ferrocarril y las comunicaciones. En otro edificio se reconstruyó un boliche, que recrea con una impecable ambientación de época un almacén de ramos generales de la década del 20. 
museo
El museo se nutrió además de aportes de familias y pobladores patagónicos. Por eso, detrás de las vitrinas, la historia oficial deja paso a la historia doméstica: trajes de novia, cochecitos para pasear bebés, máquinas de coser y libros de viajeros se mezclan con toldos indígenas, quillangos (manta hecha con piel de guanaco), puntas de flechas y boleadoras. 
Y pueden verse y leerse textos sobre el rechazo de las prostitutas a los soldados de la Campaña del Desierto y el libro de registros donde el bandolero Butch Cassidy aparece como un próspero y respetable ganadero. 
El proyecto comenzó a plasmarse en 1994 con el primer contacto entre Carlo Benetton y un coleccionista de Puerto Madryn (ver El hombre...). Y en 1996 se formaron los primeros equipos de trabajo.

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